Hoy dije «mi casa»
y me creí dueño
de esta porción de tierra,
que me tolera
como inquilino trivial
de su organismo.
*
Me acariciaba los tobillos
su verde gesto
me cubrió de un silencio reparador
y absorbió mis lágrimas,
(me dará flores)
¿Quién puede así convertir el dolor en armonía?
*
Y yo, descarado e insolente
me profesaba dueño,
terrateniente insulso
de su incontrolable energía.
*
Me dio vergüenza
de sólo pensarlo,
y me sentí desnudo,
una bofetada de viento
me mostró lo pobre,
me refregó en la cara mis debilidades
y proyectó lo equívoco de mi diseño.
*
Pero la madre tierra
como madre perfecta
se apiadó de mi,
de mi miedo,
de mis temblores y miserias.
*
Aprendí su lección
y para cesar mi dolor y mi llanto
su fruto me dio.
*
Su enseñanza eterna
atraviesa y supera
a cualquier dueño,
a cantidad de sabios,
portadores de carne
que desde el primer día
han empezado a morir.