Que afortunado soy
te puedo ver, te puedo oír,
desde mis sombras,
posado en el borde
observas hacia adentro y me invitas
a volver a creer,
a saber que tu canto
imparable, orquestal y divino,
llega a mi ventana para decirme
aquí estamos,
ven
el lugar es afuera,
aquí es donde está la vida,
¿Porqué no escuchamos tu canción?
¿Cómo sabrás el árbol que te espera
si tu canción no cantas?
No tengo excusas ni las deseo,
si me vieras
estoy girando incluso sin moverme,
en mis anhelos
estoy allí, con ustedes,
las lágrimas de lluvia son las únicas
que lavan las mías,
y canto junto a ustedes
y ustedes me enseñan,
las ramas se bambolean
los rayos de sol se escapan
envuelven mi mirada
entre mis párpados cerrados
y el fulgor de la esfera magna
me pintan los caleidoscopios que observaba de niño
recostado en el patio,
figuras violáceas e iridiscentes,
¿Cómo pude olvidarme de aquello?
¿De acariciar las hojas de macetas vencidas?
Toda la pintura de mi niñez,
descascarada y blanca
me pintó los ojos de un futuro vacío
y entre mis dedos dibujé en paredes
con carbones antiguos de mi raza vencida,
automóviles y casas,
soñaba con aviones y trepar por el cielo
desde niño quería poseer tu vuelo,
despegar del encierro
siempre quise volar hasta mis sueños,
pero aquí estoy
te agradezco el paseo,
agradezco tu rama y este vuelo,
me enseñaron a cerrar las puertas
y hoy el pomo en mi mano
frío, casi imposible
me separa del patio
pero entre el borde de la puerta
y la pared tan fría
se le escapa a mi casa
un pequeño brillito
de ese sol que pintaba
caleidoscopios míos,
de dibujos y aviones,
de sueños e ilusiones.