Un juego


Hagamos una cosa.

Ya que los días corren como siempre,

digamos que la gente se abraza sin sentido,

pensemos que los niños no viven en la calle

que por un rato, sólo están perdidos.

Veamos que lo extraño

son los lugares sin sonidos,

¡Escuche tanto ruido!

es la palabra,

que vuela efervescente

de boca en cada oído

y pocos son los autos, colectivos,

las nubes van de blanco,

se observan las palomas

en baldozones celestes y de brillo,

y el miedo es un vocablo ya perdido

impreso en diccionarios del olvido.

Digamos que el trabajo es compartido,

que todo lo que tienes no lo tienes,

y el recelo a la inversa el sentimiento,

sin recelos, sin sentir más deseos por lo ajeno,

por lo vacuo, lo inerte o irrelevante,

de poseer lo transformado sin sentido humano.

De lo que ya no es necesario los más jóvenes

se ríen, de lo viejo,

y en los pasillos de museos sin fondos,

televisores y teléfonos como amuletos,

se aburren en vitrinas sin reflejos.

Digamos que hoy no importa lo que importa,

tal vez jugando,

haciéndonos de vez en cuando así esta broma,

quién dice que aprendamos

en vez de odiar a amarnos.