Espero reflexionen conmigo. El domingo estuve presente en un lugar muy hermoso, un campo. Durante las primeras horas disfrute las «imágenes», bellos paisajes que uno desconoce u olvida por completo en lo cotidiano de lo urbano. Después recorrí un poco el lugar e intervine en 1 o 2 actividades; no fui muy productivo, pero sentía ganas de hacer algo y no sabía que era o «que» cosa sería, lo que haya sido fue el motor para escribir esto y esto es lo que aprendí.
En temprano momento de mi llegada vi un tronco en el suelo, derribado, no decía nada, solo admitía su derrota frente a alguna sierra a la que no resistió. Cerca de él, una herramienta (las herramientas son transformadoras), un hacha de mano. El mediodía se terminaba y yo empezaba a desnudar a este de su corteza floja, era diametralmente atractivo, pero no podía seguir siendo lo que era, así que pensé en darle un propósito; su finalidad, una silla de una pieza.
La empresa era ardua pero comenzaron los estrepitosos y torpes golpes contra uno de sus lados, la madera cedía con facilidad en un primer instante, las esquirlas volaban y su forma mutaba lentamente, no recordaba bien esto de jugar al leñador y mis manos comenzaban a sufrir el roce y el impacto del mango astillado. «Medio tiempo», la comida estaba lista, como en un templo Maya, rodaron cabezas, 5 ranas de los alrededores fueron el sacrificio a nuestros dioses, ese día fuimos paganos, era nuestro secreto. La carne anfibia se regaló a los vecinos campestres, optamos por la bovina asada y la disfrutamos olvidando el rito anterior, todos hablábamos sin dejar mucho espacio, aún con frases cortas, el silencio nos asustaba, eso acá en la ciudad no es normal.
Terminada el hambre dimos unas vueltas más y volví a mi modelo. Sentí que me esperaba, muchas veces creemos que una acción bien intencionada o con ánimos de ayuda son requeridas por el receptor <<Lo veremos>>. Imaginariamente tracé las líneas que le darían forma, continué la marcha, intercambiaba de manos para evitar las ampollas o cortes, mi idea era sólida, yo vi un lugar para ella, justo al lado de la mesa o sosteniendo alguna espalda agotada, ¡No podía estar equivocado!, algunos miraban extrañados otros alentaban cada golpe sobre el pilote, en medio del rechinar y crujir de sus entrañas, se acercó un amigo y sugirió una nueva utilidad. -¿Por qué no mejor una bacha? – la idea era buena.
Sopesé la idea, observé nuevamente al madero aporreado y acepté la sugerencia.
Renové las fuerzas y azoté con mayor vigor su costado, esta vez parecía que el simple hecho de saber cuál era su mejor opción lo hacía más accesible y las esquirlas saltaban con furia. La tarde comenzó a gastarse y el tiempo apremiaba, nadie lo dijo pero era evidente, no iba a llegar, calculaba 2 o 3 días como ese para concluir la difícil tarea, pero así y todo algo dentro mío me impulsó a seguir, me sorprendió y no me resistí. Mi fuerza no menguaba, no así el sol que ya se encontraba a media altura de los árboles circundantes, entonces ya llegando el ocaso comprendí.
«Sé que no voy a llegar a terminarlo, no voy a poder lograr lo que esperaba para él»
Entonces, ¿Por qué seguir? Supe porque.
«Seguí porque así lo sentí, la pasión no pudo frenar a mi razón, el deseo noble de dar lo que uno tiene para el otro, eso me impulsó, sabiendo incluso que no iba a llegar.»
Pero también vino a mi mente algo que no derogaba lo anterior citado, pero:
«¿Qué sucede cuando todo tu empeño en hacer «crecer» a otro no es preciado? ¿Cuándo da igual o no es retribuido?
Hoy aprendí que hay que dejarlo en su lugar, donde ese «otro» fue hallado, aunque sepamos que elige el peor de los destinos o la errónea elección de su suerte.
Hoy camino, no doy la vuelta, quizás otro recoja mi leño, lo prenda fuego, lo quiebre en mil pedazos o sugiera una silla, ya no importa.