¡Oh Agua!
que recorres el río
y golpeas las piedras,
que te acercas de a poco,
atraviesas las fauces
de agitados peces,
escapas por sus branquias
y ruedas impelada
agitando el fondo,
revolviendo la tierra,
desorbitando caracolas,
agitando los cuerpos
oliváceos de diminutas plantas,
llevándote contigo las hojas
viejas que se sueltan.
Así tu vienes y te acercas,
eres una y a la vez todas
y esculpes los costados,
el suelo acuoso,
todo lo transformas a tu paso
según tu carácter o energía,
y al final del día
te escurres al cubo de madera,
reposas mansa y apacible,
te viertes desnuda en el vaso
y me recorres hasta colmarme
de tu fresco cuerpo y aroma
se nutren mis desiertos.